17 Jun
17Jun

Quien soy o quien quiero ser se respondería con la respuesta que Juan el Bautista les dio a los emisarios de los lideres religiosos fariseos (temerosos al igual que el poder político que su estatus quo fuese sacudido). Solo una voz que clama en el desierto, como dijo Juan el Bautista de si mismo cuando los enviados religiosos se lo preguntaron.

Si la vida es acaso un cumulo de lágrimas la primera de mis lagrimas es la que derramé en mi temprana infancia. El mundo entonces me veía nacer con dificultad y con dolor, cuando el parto de mi mamá se complicó, una marca como recuerdo de ese dolor en mi frente hasta el día de hoy conservo yo, ese fue el dolor de mi nacimiento cuando hiriéndome desde muy pequeño fue como este mundo me recibió. Mas de ese momento también guardo buenos recuerdos, recuerdos que me transmitieron, de que mucha gente a causa de mi nacimiento se regocijó. 

Creo yo que esa no es solo una marca que desde el día de mi nacimiento he de llevar en mi cara, sino que también hoy creo que es una marca que desde ese día llevaré en mi alma, porque primero debo soportar el dolor que el mundo me pueda causar, mas este solo es pasajero, siendo que luego es cuando llega, Señor, tu consuelo y sé que este será duradero tanto como lo es entonces lo eterno. El tiempo pasó hasta que poco menos de dos años tuve por entonces yo, una grave enfermedad me atacó más no solamente a mí sino también a los que me querían de verdad. Un dolor y una cruz muy grande mi mamá debía de soportar, al soportar el peso de verme sufrir y llorar y al tener que luchar, porque solo con la ayuda de Dios yo sería que me podría salvar... Durante seis meses un medico tras otro mi calamidad veían pero poco y nada era lo que en realidad hacían, diagnósticos desacertados y pronósticos reservados era lo que al parecer en tantos años estudiando fue lo que aprendieron a hacer o eso era lo que les enseñaron a creer, mas parece que ni aún en las más grandes escuelas les enseñan a tener un poco de fe, porque de que yo me salvaría ellos ya no querían creer. Remedios ni curas para nuestro sufrir encontraban y día a día mi salud empeoraba, flaquito hasta el extremo, todos mis huesitos se podían ver, pocas carnes me cubrían y pocas fuerzas yo para entonces ya tenía, hasta el punto de no tener brillo en la mirada ni alegría cuando a la vida con inocencia ya no la veía, cuando al comenzar un nuevo día parecía que estaría más cerca el día en que moriría... Pero mi mamá las fuerzas a pesar de todo ello no perdía, sino que lejos estuvo de ello porque en Dios ella se encomendaba y es por eso que las fuerzas para luchar esa cruel batalla cada día mi mamá encontraba. A los doctores mi mamá me llevaba pero parecía que ellos no me salvaban, dos pantalones me ponía mi mamá, porque era tan flaquito me era necesario para poder pasar desapercibido, dos pantalones me ponía mi mamá a pesar de que no hacia tanto frío para no parecer un chico desnutrido. Fue inevitable el que mis padres tuvieran que internarme porque ellos ya no tenían los medios con los cuales adecuadamente poder cuidarme, pero a pesar de ello mi mamá de mí no iba a apartarse porque ella sí sabía de qué forma amarme, nunca dejándome sólo ni perdiendo las esperanzas de que Tú, Señor, hubieras de salvarme; promesas y sentidas oraciones sé que mi madre hacia Ti ofrendó, derramando todo el dolor que una madre por su hijo puede sentir en su corazón. Tú oías su clamor, Señor, tú veías todo el dolor de su corazón, oías el clamor de una mujer que en su juventud como un hombre trabajó, oíste la voz de una mujer que porque su hijo se salvara noche y día su alma no descansaba, oíste el clamor de una mujer que por amor, de la humildad ni de la pobreza no se apartó, el clamor y el dolor de mi mamá mi Señor fue que escuchó. Dos médicos me atendían, uno fe en Dios y en que sanaría tenía, pero el otro solamente profetizaba en que pronto moriría; esto fue lo que en ese momento le dijo a mi mamá: “Este chico no va a vivir más de tres días”. Crueles palabras que al alma de mi mamá dejaron por entonces desbastada, pero Tú no nos abandonaste, Dios nuestro,  entonces mucho el otro médico se indignó con las palabras que mi mamá le contó, el buen doctor le dio luego palabras de aliento diciéndole: ‘No le hagas caso, porque solo es una cruel persona que tiene un título de médico y que trabaja en un hospital, sácalo de ese lugar y yo con la ayuda de una señora (una profetiza) y con el poder de Dios es como lo vamos a curar’. Mi mamá oyó aquella voz que le daba fe y esperanza y de aquel hospital prontamente me retiró, poniendo en juego mi vida y su propia integridad, por el peligro que yo correría. Entonces el otro médico, el que a la muerte cruelmente me había sentenciado, luego de que un día ya había pasado, al enterarse de lo que mi mamá estaba dispuesta a hacer y a arriesgarse, no hizo otra cosa que por sí mismo y por su “reputación” preocuparse, una nota comprometiéndose y haciéndose responsable le hizo firmar a mi madre, en la cual ella sería la culpable por lo malo que pudiera llegar a pasarme, lavándose las manos de su responsabilidad , como lo hizo Pilatos, pero este médico no contaba con que a su vez el renunciaba a ser parte de todas las personas que creyendo en Dios luego con su ayuda me iban a salvar de aquella terrible enfermedad. Irónico es pensar que al hacerle firmar esa nota a mi mamá hubo creído ese medico que entonces estaba salvando su ética y su moral, mas sin saberlo estaba renunciado a hacer la voluntad que Dios le hubo de dar. Sus manos aquel médico creyó que lavó, seguramente muy tranquilo aquella noche durmió, en sí mismo confío y un lapidario pronostico hacia mí y en contra de mi madre aquel hombre en aquel día lanzó, mas gracias le doy hoy a Dios por motivo de que luego de 22 años puedo decir que aquel medico en ambas cosas fue que se equivocó, ojala y quiera arrepentirse en el día de hoy y lo perdone Dios del mismo modo en que hoy lo he perdonado yo... Durante nuestro luchar con falsos profetas mi mamá se tuvo que topar, que le mentían solo para sacarle dinero y hacernos perder valioso tiempo, ya que mi enfermedad día a día avanzaba y mi vida al mismo tiempo de a poquito se apagaba. Hasta que una amiga de mi mamá al enterarse de cómo era el estado en que el hijo de su amiga se encontraba y que noche y día sin cesar ella luchaba para que la vida de su hijo la muerte no se llevara, sin dudarlo le dijo: ‘Ven pronto conmigo, yo te voy a llevar a una señora que cura utilizando la palabra y la fe en Dios’. Mi mamá sin perder ni un segundo de tiempo con ella en ese mismo momento a esa señora me llevó. Dominga era el nombre de aquella señora, oraciones eran las que rezaba mientras con sus manos mi cabeza tiernamente acariciaba, haciendo señales en forma de cruz por todo mi pecho y por toda mi espalda, esa tierna imagen a mi mamá de nuevo de aliento y de esperanzas otra vez la llenaban. Entonces la señora Dominga le dijo a mi mamá: ‘No lo debes por 18 días bañar, porque esta es una grave enfermedad a la cual “Pata de cabra” la gente antigua hubo de llamar, tiene a ambos, porque es como un parásito que ataca la médula espinal, al macho y a la hembra son a los que debemos enfrentar, 9 días es lo normal pero en este caso el doble de tiempo se deberá de emplear, además de que durante estos 18 días a mi casa lo has de traer’. Mi mamá con todos los días cumplió, además de que el tratamiento que me hacía aquel buen doctor no abandonó y a pesar de que a un lado y a otro mi mamá me llevó ella no se cansó ni en su lucha nunca claudicó porque el que le daba las fuerzas a su corazón era Dios a nosotros dos. Al tercer día cuando aquella cruel sentencia ya pasó en la cual yo, según aquel mal medico moriría, creo que mi mamá y yo retamos a un cruel destino gracias a la ayuda de Dios, porque había dos caminos por tomar si el de resignarse y escuchar las voces con las que nos habla debilitándonos el mal, o si seguir luchando con fe y sin claudicar hasta el final, sabiendo que no se realizará la voluntad de ningún hombre ni la de la maldad, sino que solo la voluntad de Dios es lo que en nuestras vidas ocurrirá. Desde entonces quizás estoy viviendo más tiempo de lo debido, por eso día a día es que debo darle gracias a Dios porque primero me dio la vida y luego porque de las manos de la muerte fue que me salvó. Pasaron entonces tres Días de haberme tratado ya ambos, tanto la señora Dominga como aquel buen doctor apellidado Giudicce, y que juntos con el empeño de mi mamá y la ayuda que a todos, Tú Señor, nos hubiste de dar, mi semblante comenzaba a cambiar se notaba ya entonces que no empeoraba sino que aunque mínimamente de a poquito era entonces que yo mejoraba. De a poco con el paso de los días mis fuerzas recuperaba, iba levantando de a poquito también mi cabeza y aún mi mirada la ternura y la alegría de sentirme con vida su brillo recuperaba. Hasta que después de un mes casi nadie me reconocía a causa de lo bien que ahora y gracias a Dios me veían, mis carnes a mi cuerpo de a poco volvieron, las fuerzas a mis piernas regresaron para que yo otra vez pudiera volver a caminar, la alegría de los que me rodeaban yo entonces pude otra vez sentir para que nuevamente con una tierna sonrisa pueda volver a sonreír, la vida de a poco volvía a mí, la vida de a poco volvía también en todos los que lucharon para que la muerte no se adueñara tan pequeño de mí. Todos los que me querían sintieron que triunfaron al verme nuevamente volver a vivir; el buen doctor, tu profetiza la señora Dominga, mi mamá, todos los que brindaron colaboración y yo habíamos ganado gracias al Señor, una batalla a favor de la vida. ¿Cómo no sentir alegría de la alegría de los demás cuando aquella señora Dominga triunfante por todo su vecindario me hubo de sacar, dando gloria a Dios, casi en procesión? Como quien una batalla a la muerte y a favor de la vida es que se ganó. Gente buena se puede encontrar cuando uno por los caminos del Señor se decide a caminar. Hoy siento un compromiso mayor hacía a ti, mi Señor, sabiendo que me diste la vida y que aún estando en el umbral de la muerte, tú a entrar no me dejaste, para poder vivir un poco más y haciendo tu voluntad toda la eternidad, teniendo la responsabilidad de saber que aunque sigo esperando junto a todos mis hermanos la salvación, yo puedo sentir que en parte ya me salvaste y que en vano no será, sino me dejas de ayudar... Este dolor no lo recuerdo hoy, pero no por ello no lo siento ni es que no lo comprendo, porque puedo sentir la emoción de mi mamá cada vez que ella recordando lo vivido me lo ha de contar. Gracias te doy Señor por motivo de que cuando chico mi alma a los que por mí lucharon conoció, a tu profetiza y a aquel buen doctor, sé que no encontraría la forma de pagarles o agradecerles ni siquiera en una parte todo lo que ellos hicieron por mí, mas entonces Señor. ¿Cómo es que alguien te pagaría a Ti? Es por eso que hoy siento que el mejor modo de retribuir algo de lo que mi mamá, aquel buen doctor, tu profetiza y Tú mi Señor es haciendo que vuestro sacrificio no se haga vano siendo yo un hombre sin amor, sin valor y sin fe en Dios, teniendo un verdadero amor, teniendo justos valores y una firme fe en Dios, hoy sé que es el mejor y el único modo en que les pagaré. Dales ánimo y valor a los que por mí lucharon, oh mi Señor, mas a aquellos que el mal me desearon tan solo perdónalos, siendo que hoy y gracias a Ti, Señor, puede latir el amor y la vida en mi corazón. A mi mamá no sabría si pedirle perdón, porque le cause mucho sufrimiento y un profundo dolor, pero lo que sí sé es que gracias siempre le diré siendo que además de darme la vida en que yo no la perdiera ella nunca perdió la fe, así como tampoco el amor en mis noches de soledad y de dolor hasta el día de hoy no me faltó nunca en los sentimientos del corazón. Esta es la primera de mis lagrimas, la del dolor ajeno, la de la lucha y el sufrimiento de todos aquellos que en realidad me quisieron, es por eso que por aquellos difíciles momentos hoy debo darles gracias por todo lo que por mí ellos hicieron, pidiéndole bendiciones en el día final para aquellos que en la vida me dieron una segunda oportunidad. Aunque sé que yo no se los podré pagar estoy tranquilo porque será entonces Dios quien con eterna justicia y felicidad es que lo hará. Los años pasaban en humildad y pobreza mas Tú Señor, criándome me acompañabas. Un corazón tierno y atento me diste y por eso riquezas de las cuales Tú me enseñabas, en mi alma día a día acumulaba. Un día ya cuando cuatro años era los que yo tenía, varios de mis primos vinieron a jugar conmigo, yo tenía por entonces un nuevo juguete que me lo habían regalado mi papá y mi mamá por ser ese día “Día de los reyes”, jugando entonces en la vereda que daba a la puerta de mi casa un anciano se me acercó, muy pobremente vestía y con amabilidad me preguntó: ‘¿Quién es que ese juguete te regaló?’ Entonces le respondí yo: ‘Mi mamá y mi papá’, el hombre luego me dijo: ‘Dale siempre gracias a Dios y ama a tus padres porque ellos te quieren y te aman mucho, y bendiciéndome se fue’. Era como si entre tantos niños a mí en particular se me hubiere acercado, tan solo para decirme lo que su corazón hubo anhelado. Nadie lo conocía y al llegar a la esquina no lo vimos más, yo comentándoles a mis padres inmediatamente salieron a ver quién era ese hombre, pero no lo encontraron siendo que quizás ya en la esquina hubo doblado, mis primos en su inocencia de viejo borracho lo trataron, pero mi mamá dulce y tierna me dijo luego que pudo haber sido tal vez un ángel que vino a visitarme... Aquel hombre al cruzar la primera esquina físicamente desapareció de mi vida, pero a pesar de ello aún le recuerdo como si hubiese ocurrido ayer o en este mismo día, aunque ya hayan pasado casi veinte años. Yo no sé si era un ángel como entonces me lo dijo mi madre o si era, como dijeron mis primos, solo un viejo borracho, mas sea como sea o sea lo que sea las palabras que me dijo aquel hombre aún me llegan, siendo que encerraban amor y sabiduría y cuanto oído he de prestarle a ese consejo en el día de hoy para el bien de los días de mi vida. Pocos consejos me dieron en la vida, pocas palabras para recordar tengo en los difíciles días, mas al menos tengo esas palabras y esos consejos que a pesar de haberlos recibido cuando muy chico, aún y gracias a Dios en mi mente y en mi corazón los recuerdo, en este día de hoy. En el despertar de mi niñez, al despertar mi conciencia este es uno y el principal recuerdo de que por aquellos días yo aún tengo hoy, cada vez que recuerde mi primera sonrisa o aquellas primeras lágrimas junto a aquellos recuerdos también se encontrará las palabras de aquel hombre amable. Más allá de lo que haya sido aquel hombre yo hoy valoro lo que me dijo, ese buen consejo que hasta el día de hoy recuerdo en un mundo carente de sueños y de buenos deseos , es por eso que hoy, sea quien haya sido ese hombre, a Dios le digo que bendiga a su ángel, pero también le digo a Dios que aún bendiga a aquel hombre si es que era tan solo un viejo borracho...

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